3.4.03

Sabia que esto no seria un día normal, me levante con ese amargo sabor metálico en la boca, había roto uno de mis dientes apretando la mandíbula, cosa hago inconscientemente desde hace unos meses para acá. Nunca el sabor de la sangre había sido tan… excitante. Me levante decidido, tenia que saber de una vez por todas, la culminación de ese sueño recurrente. Estoy solo en un callejón, el eco de las gotas y ruidos sordos me alteran, me irritan los juegos de sombras que provienen de focos de luz inexistentes, cosa que me hace dudar de si de verdad existimos nosotros antes que las sombras. Como siempre me dispongo a salir, odio hacerlo, pero debo. Como dije al principio, todo me parecía distinto, empezaba a disfrutar ese dolor salado en mi boca, sentía la respiración de todos a mí alrededor, sentía como mis miradas los perturbaban al punto de desviar las suyas a un lugar cualquiera en el infinito o simplemente al suelo. Por primera vez, empezaba a sentir mi poder. Por un instante olvide quien era, y me volví uno con el fluir de mi sangre, escuchaba ese sonido como si estuviera inmerso en el mar, ese ruido que me recuerda (no se porque) las veces que sentía la necesidad de lanzarme del quinceavo piso cuando vivía en el apartamento. Quería sentirme libre como el viento… quiero.

No se en que momento, no se que me perdí, pero… ya estaba oscuro. Me encontraba sentado en una plaza. Un olor invadía el lugar, se me hacia muy familiar. Sentí algo pegajoso en mi barbilla, cuando lo toque me percate que era sangre, sangre que salía de mi boca, estaba seca y seguramente había botado mucha, ya que mis zapatos también estaban manchados. Me limpie el rostro con la franela, y me dispuse a caminar. La plaza estaba muy sola, lo que me hizo preguntarme la hora. 11:43 p.m.

El olor cada vez se hacia mas intenso, venían retazos casi olvidados de aquel sueño recurrente. Cada vez se hacia mas real. Me fui adentrando a ese callejón oscuro. Los ruidos, los juegos de sombras, ¡ESE SABOR METALICO!, el peculiar placer que sentía saboreando mi propia sangre, disfrutando mi propio dolor, esos detalles me dejaban claro que estaba a punto de saber el final de mi sueño. Casi dejo escapar una carcajada.

Sin darme cuenta fui acelerando el paso, sentía mi transpiración y como aceleraba mi respiración, conjugándose mí aliento con olor a sangre que salía de mi boca. Llegué al punto exacto donde siempre despertaba en mi sueño. Una gran puerta metálica se encontraba a mi derecha. Justo cuando me disponía a abrirla, se abrió sola, como si alguien la hubiera empujado de afuera hacia adentro antes de yo tocarla. El olor que me hizo llegar hasta allí se hizo mucho mas intenso, el olor a sangre y vísceras podridas invadió mi cuerpo como la noche invade al día sin pedirle permiso. Allí estaba, ante un mundo tan conocido para mí como yo mismo, una de mis pesadillas hecha realidad. Me introduje en tan enigmática y entrañable habitación. Me di cuenta que necesitaba mas que a la vida estar allí en ese momento. Me sentía como en casa, con una sensación de miedo (me atrevería a decir) agradable. Solo fragmentos de mi derredor eran iluminados casi subliminalmente por destellos metálicos, lograba ver bosquejos de lo que eran para mi cuerpos humanos, y animales desollados, ese olor… Seguí caminado, y escuche esos murmullos, cosa que no recordaba de mi sueño recurrente, esta vez mucho más fuertes. “Se que nada… te lo dije, te lo dije… escucha el zumbar de las moscas, jaja!...” era lo que alcanzaba a escuchar.

Empujado por la necesidad imperante de ver más allá, casi sádicamente sentía que haciéndolo vería materializado el dolor en su mas pura esencia. Cosa que me excitaba. Sin pensarlo dos veces entre a una habitación luego de golpear fuertemente la puerta, de allí venían los murmullos y ese chasquido metálico de no se que cosa. Quede en el sitio cuando me vi a mi mismo, parado y viéndome directamente a los ojos. Solo alcance a escuchar: “bienvenido a Gore Asylum” y me vi a mi mismo cortándome tajantemente la garganta con no se que cosa. Sentí el placer y el dolor, todo al mismo tiempo. Me vi viéndome desangrar. Me vi cayendo y sintiendo el más maldito dolor viéndome parado riéndome de mi mismo.

Desperté exaltado, extrañando ese metálico sabor en mi boca.